El desafío de mejorar la imagen de las empresas

Por Diego Dillenberger.-

Finalmente se supo cuánto afectó el escándalo de los cuadernos a la imagen del de por sí malquerido empresariado argentino. Justo el mismo día en que se conocía la impactante noticia del procesamiento de Paolo Rocca, el presidente del grupo Techint, las consultoras Taquión y BDO dieron a conocer un nuevo estudio sobre percepción de corrupción en la sociedad argentina que devela el misterio: casi 17 puntos cayeron. Hoy el nivel de percepción de corrupción de las empresas es de 71 por ciento.

Para consuelo de los empresarios, el Congreso, los sindicatos y, sobre todo, la Justicia, están aún peor. En el caso de la Justicia, sospechada cada vez más por no querer meter presos a muchos líderes del kirchnerismo multiprocesados, los jueces se llevan las palmas, con más de 84 por ciento de percepción de corrupción. La Justicia creció incluso aún más que los empresarios en percepción de corrupción.

Pero si bien puede ser que la sociedad argentina tenga una percepción de corrupción como ninguna otra sociedad en el mundo, es mala noticia no solo para los empresarios y sus profesionales de PR que la imagen de las empresas se derrumbó: en un país que desprecia a sus empresas, van a entrar mucho más fácil en las próximas elecciones presidenciales las ideas estatistas y antiempresarias del populismo. Es una mala noticia para el presidente Mauricio Macri, que no aprovechó sus primeros tres años de mandato para emprender una campaña comunicacional para lograr un cambio cultural.

Estos datos muestran que la Argentina sigue siendo el país con la opinión pública más estatista y anticapitalista del mundo, y eso no puede ser una buena noticia para un gobierno que debería desesperarse por bajar el gasto público y así bajar el déficit fiscal para que la economía se viable y algún día aspire a dejar atrás 70 años de inflación crónica y décadas sin crecimiento.

Otros países de la región son más exitosos económicamente en parte porque aprecian más a sus empresas y su empresariado.

En el lava jato, el escándalo hermano de Brasil, la imagen de las empresas bajó, pero por poco tiempo. Los brasileños están orgullosos de sus empresas.

En México, por ejemplo, también quieren más a las empresas que en Argentina. “En los últimos años, la opinión pública ha venido cambiando hacia las empresas y los emprendedores”, explica Guido Gaona, CEO de Burson-Cohn & Wolfe en Argentina. “Antes se las veía como explotadoras, pero ahora al sector empresarial se lo valora como generador de empleo y desarrollo económico”.

Gaona acota que la cultura laboral en México “favorece mucho al empresariado”. Un claro contraste con la cultura sindicalizada y anti-productividad instalada en la Argentina. “Si bien la visión varía un poco según estratos sociales, en general la percepción sobre las empresas en México es más bien favorable”, destaca el PR mexicano radicado en Argentina. Gaona destaca que en Colombia la situación no es diferente a la mexicana.

Hoy en Colombia gobierna un presidente proempresario. Sin embargo, aunque en México en los próximos días esté por asumir el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, nadie espera que el nuevo presidente mexicano ataque al empresariado.

En Argentina, por el contrario, el aspiracional de los jóvenes es conseguir un trabajo en el estado, generalmente mejor remunerado que el sector privado, sin riesgo de despidos y sin exigencias ni estrés.

Esa cultura estatista no cambiará hasta tanto empresarios y gobierno no se pongan de acuerdo en trabajar juntos para cambiarla y lograr así las reformas estructurales que permitan que tengan más consenso reformas tendientes a achicar el peso del Estado sobre el sector público. Y el escándalo de los cuadernos le agrega una dificultad adicional a ese desafío.

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